jueves, 24 de enero de 2013

Por crisis en Latinoamérica, se catapulta flujo de migrantes en México


Migrantes centroamericanos. Desprotección Foto: Isaín Mandujano
SALTILLO, Coah., (proceso.com.mx).- Los refugios que les ofrecen hospedaje y comida  a los centroamericanos que cruzan México para  alcanzar la frontera de los Estados Unidos estuvieron  abarrotados durante  varios meses de 2012,   después de dos años de lucir casi  vacios por las amenazas de “Los Zetas”, contaron a Apro responsables de las Casas de Migrantes del norte del país.
Desde finales  del año 2009 y durante todo 2010,  la Posada  Belén  de Saltillo,  Coahuila, el refugio para migrantes  más grande e importante del  noreste del país, “estuvo recibiendo en promedio 80  personas al  día”, contó  Alberto Xicotencalt, su director.
“Hubo meses en los cuales apenas atendíamos a ocho centroamericanos diariamente”, agregó.
Atribuyó la disminución de la migración a que durante casi  todo 2010  se registró el periodo  más violento de la guerra que protagonizó  el cártel del Golfo contra “Los Zetas”, principalmente en los estados fronterizos de  Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, así como en el norte de Veracruz.

“En meses recientes estuvimos atendiendo entre 250 y 320 migrantes  por día”, enfatizó Alberto Xicotencalt.
Atribuyó al repunte a que ahora existe más vigilancia en las vías del ferrocarril que sale del sur de México rumbo a la capital del país.
El director de la Posada detalló que a finales del  año pasado el flujo de migrantes se reduce, ya que los centroamericanos prefieren pasar esta temporada con sus familias.
El sacerdote Pedro Pantoja, responsable de la Pastoral Social de la Diócesis  de Saltillo,  destacó que desde el mes  de mayo  la posada  “ha tenido un flujo de migrantes que no se había visto en mucho tiempo”.
Pantoja, quien recibió el galardón  internacional de Derechos Humanos Letelier-Moffitt, del Institute for Policy Studies, en Washington D.C., por el trabajo en defensa de migrantes centroamericanos,  atribuyó  el incremento  a varios factores.
Comentó  que continúan las dolorosas secuelas del pasado golpe de Estado en Honduras, además de los estragos de los huracanes en la región  y el incremento de la pobreza y como consecuencia la violencia en todo Centroamérica.
Lo anterior ha provocado que incluso  arriben a los refugios  migrantes con orientación homosexual, “que por su preferencia ahora tienen que estar huyendo de sus  países”, dijo Pantoja.
“También  se está reflejando en la migración  de mujeres en nuestras casas, nosotros teníamos en promedio una o dos mujeres por mes y ahora en un solo día nos llegan diez”, agregó.
El  sacerdote  Jesús Guerra Garza, quien dirige la Casa del Forastero Santa Martha, ubicada en la colonia Industrial, un barrio popular del primer cuadro de Monterrey,  aseguró que la inseguridad redujo el flujo migratorio, “pero no detiene a los migrantes centroamericanos”.
Mencionó que el refugio de Monterrey es uno de los más irregulares del país, ya que los migrantes prefieren seguir en tren hasta la ciudad de Saltillo, donde tienen más opciones para viajar a varias ciudades fronterizas.
Destacó que en los pasados dos años estuvieron recibiendo un promedio de mil migrantes por año.
En los últimos meses del 2012 los migrantes que reciben refugios se han incrementado y  comentan que ahora viajan “en grupos de 40 ó 50 gentes”.
Sin embargo, de esos grupos “sólo unos dos o tres se bajan en Monterrey”, subrayó el padre Guerra Garza.
Los sacerdotes coincidieron en afirmar a Apro  que no todos los migrantes pasan por sus refugios.
Contó que la posada  de Monterrey ha sufrido el acoso constante de la delincuencia organizada.
“Las familias de los migrantes que viven en Estados Unidos  contratan polleros para que crucen a sus familiares”, dijo el sacerdote Guerra.
Como medida de protección, el sacerdote estableció que los migrantes no tengan contacto con los polleros  en las inmediaciones de la casa Santa Martha.
El padre Guerra es uno de los pioneros en la pastoral de Migración y se ha desempeñado como Secretario Ejecutivo de esa sección de la Iglesia Católica.
“La primer casa de migrantes comenzó a operar  a  finales  de los años setentas en la ciudad fronteriza de Tijuana”, recordó el padre Jesús Guerra.
Destacó que posteriormente  la congregación de San Carlos Scalabrinianos  estableció una red de refugios para  migrantes en los estados de  Chiapas, Chihuahua, Sonora y Baja California.
Desde el año 2000  se estableció la pastoral migratoria, que depende de la Pastoral Social de la Iglesia Católica.
Actualmente  operan  57 en todo el país,   entre casas y comedores, que ofrecen  hospedaje, comida, atención medica,  ropa, baños y al menos una llamada telefónica para que los migrantes de Centroamérica se comuniquen con sus familiares.
Todas las casas mantienen una relación con la Iglesia Católica y en promedio ofrecen tres días de hospedaje a los centroamericanos.  Sólo en la Posada Belén, de Saltillo, los migrantes se pueden quedar por tiempo indefinido.
En las casas establecidas a lo largo del país también se les alerta sobre las rutas más seguras para llegar a la frontera y se les advierte que los estados más peligrosos para transitar son Oaxaca, Veracruz y sobre todo Tamaulipas, cuna de “Los Zetas”.
El flujo de migrantes hacia Estados Unidos tuvo su mayor caída después de que localizaron 72 cuerpos de migrantes asesinados por “Los Zetas” en San Fernando, Tamaulipas.
Las agresiones contra los migrantes han sido denunciadas por los refugios ante la Comisión Nacional  de Derechos Humanos y en los pasados tres años lograron documentar 11 mil agresiones, secuestros y violaciones.
El migrante de origen Hondureño que sólo se identificó como Giovanni, contó que ahora la “Policía Federal es la que les roba el dinero”.
“Salí de San Pedro Zula hace quince días porque no hay empleo”, dijo Govanni, quien estaba  alojado en la Casa  del Forastero de Monterrey.
Mencionó que ha intentado cruzar la frontera en cuatro ocasiones, pero que no lo ha logrado y ahora intenta pasar por una ciudad de Tamaulipas.
Otro de los migrantes entrevistado, quien sólo se identificó como Pablo, contó que debido a la inseguridad de México se deben estar comunicando constantemente con sus familias, lo que hacen cada vez que llegan a un refugio que les permite una llamada.
Denunció que ahora “Los Zetas” se infiltran en los refugios y se hacen pasar por migrantes. “Te ofrecen su teléfono celular para que hables con tus familiares en los Estados Unidos”.
Después de que el centroamericano parte, llaman a la teléfono que quedó grabado en su celular y aseguran a la familia  que lo tienen secuestrado  y piden una recompensa entre 1,000 y 1,500 dólares para liberarlo.
“A mi familia ya se lo hicieron”, concluyó Pablo.

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